martes, 14 de junio de 2011

Sobre un puentecito rojo

   

Todo un recorrido improvisado, casi sin intenciones, nos presentó un escenario a David y a mi. Y como la curiosidad es mi debilidad, le aferré los ojos a aquellas figuritas diáfanas que aleteaban suave entre la charca que las criaba tan pequeñas. David y yo asomamos las cabezas hacia la charca desde el puentecito decorativo pintado de rojo. “Mira to’ese chorro de peces.” David me señaló una manada de peces que se había petrificado en dirección a nuestras presencias. Escupí su superficie para recibir el acto prometido de todo pez en una charca de reserva gubernamental, un simple y vago impulso de tragar una bocanada de mi saliva. “!Bah! Los peces son aburridos, por eso los flochean.” Dije, pero la mirada se me quedó fija en la manada, en aquella rectitud tan militante ante la presencia humana asomada sobre el puentecito rojo. “Mira, una tortuga.” Me señaló David. Una tortuga se asomaba con el cuello largo y orgulloso. David también escupía esperando un espectáculo, pero es que esos peces no se movían. Dos hicieron el aguaje de atacar aquella decepcionante presa, y uno cayó, llevándose el mal sabor de haberse tragado nada. La tortuga se presentó con su paciencia acelerada frente al puentecito rojo. David y yo nos re-quedamos un minuto confrontando aquella audiencia que se presentaba ante nosotros con una verticalidad desbocada, firme con su postura flotante, quieta, a la expectativa del porvenir diario. “Otra tortuga más, por allá.” Le señalé a una distancia corta. “Y otra más allí, mira.” Me señaló David un poco más lejos. En un abrir y cerrar de ojos las dos tortugas hacían acto de presencia a la orilla del puentecito rojo, que daba la casualidad que sostenía nuestra visita imprevista. Las dos tortugas asumieron esa misma postura de gárgola con la que nos recibieron los peces… y allí quedó. Aconteció otro minuto de un encuentro mortificado en donde nuestras miradas chocaban entre la curiosidad y el instinto. “Acho, estas cabronas lo que quieren es comida.” Me dijo. “Yo no traje na’, corillo, yo vine a fumalme un blon.” Les avisó David con gestos y actitudes a los peces y a las tortugas como dirigiéndosele a alguna congregación de necesitados. “Mira, mira, mira como son, mira como se quedan quietecitas porque suponen que to’el que pasa por aquí les va a tirar algo.” Dije, y decidimos seguir el camino con la idea de aquel escenario chocándonos en las cabezas.
    David y yo no logramos concretizar aquel deseo de ir expandiendo territorios para la práctica espiritual, porque ya los espacios públicos son la misma cosa que los espacios privados y se pone muy caliente el asunto. Intentamos infiltrarnos entre la maleza fotogénica, pero aún en el recodo más oscuro que nos prestaba el paisaje era falible nuestra conducta. Que jodienda, coño. Ni que estuviéramos haciendo algo malo, pensé. Descubrimos que el camuflaje entre casitas de muñecas no funciona, así que nos limitamos a seguir buscando por el camino predeterminado con brea y piedritas sobre arcilla. Una que otra vez encontramos grupos pequeños de expediciones que se divisaban a mediana distancia o nos topamos con varios otros que nos cruzaban de repente con sus trotes ligeros, muy determinados, pidiendo paso por la izquierda. Y hubo una señora, muy curiosa que nos llamó la atención. Llevaba puesta una pamela modernizada y su uniforme de caminante regular (“aunque sea media horita diaria”, seguramente se lo llevaba repitiendo como una casetera todo el día) y una botella de agua amarrada al pecho. Se tropezó con nuestra aventura repetidas veces y la incomodidad se le desbordaba en la sonrisa puritana de su “buenas tardes”, que no terminó siendo más que una simple mirada esquiva con alucinaciones de persecución para el tercer encuentro. David ya se quejaba de los síntomas del cansancio. “Ya le hemos dao’ dos vueltas a esto.” Me dijo. Y eso dio paso a que nos alteráramos un poco en el transcurso de encontrar un espacio flexible para la armonización clandestina cuando nos tropezamos con una patrulla estacionada entre unos tristes palos de bambú. Tal vez eran vigilias rutinarias o simple aburrimiento y no merecían más atención. Pero el simple hecho de que al entrar como buenos samaritanos en nuestro carrito el sobreviviente por los portones de aquel jardín, que se nos desplomaba ante la vista como un gran parque de diversiones, a la guardia se le ocurriera detenernos, después de un juego de miradas con el otro guardia que sostenía el wakitoki cerca de los labios metros más adelante de la caseta de seguridad, para preguntar el porqué de nuestra visita cuando acababa de dejar pasar a siete carros corridos sin aguajes de interrogación, nos alteró un poco los nervios. “Vamos a visitar el jardín.” Le respondimos a su cuestionamiento. “Mmm. Muy bien, pues estacionen aquí.” Y nos señaló el estacionamiento que quedaba justo al lado de la entrada y le dio una última mirada preventiva al hombre de la periferia. Se puede decir que todo depende de la interpretación, pues la nuestra no fue la de una cálida bienvenida. Por eso la patrulla reposando entre el bambú le quitó la última bocanada de libertad al paisaje. “Vámonos pa’ otro lao” sugirió David después de todo el recorrido, derrotado sobre el puentecito rojo. “Si aquí hasta los peces están muertos.” Concluyó. Y así partimos, dejando atrás un jardín que amargamente se hacía pequeñito en el marco del cristal trasero del sobreviviente cuando hace un momento nos había parecido tan grande y misterioso.

lunes, 2 de mayo de 2011

Dice una puta


“Mira, a mi lo único que me preocupa es quedar preñá y no saber de quién es el hijo.”


sábado, 9 de abril de 2011

El descubrimiento o Una amarga bofetada

   Te fuiste por querer saberlo todo. ¿Quién entiende lo que pide esa obstinada agitación en el pecho? Esa ambiciosa incomodidad… ¿cuánto de ti ha deshecho? Todavía sueñas que corres desnuda por la llanura, que es incansable tu trote ligero, y amaneces contraída, como escondiéndote de algún asecho. No has llorado, pero siempre te arde el pecho. Vete, intenta olvidarte de ti misma, que en la noche el sueño es indomable. Todavía sueñas que en la orilla de la playa crece un muro de piedra hasta el cielo y el mar esconde el agua a lo lejos para volver inmenso a caer sobre ti. Lo único que te calma es pensar en sus manos, blancas caricias de seda, pensar en sus ojos, alivios azules de amarga inocencia. ¿Hace cuanto no te fundes en sus brazos y sientes como vuelves a crecer en su vientre? No llores ahora que ya partiste, que omitiste la despedida por arrogancias del impulso. Camina mujer que ya no te toca ser niña. Levanta la cara. ¿Cuánto más sabes ahora? ¿Cuánto más te arde el pecho?
   Recogiste cobardemente los pedazos de un espejo roto. Te miraste a los ojos, te miraste la boca y el desliz del recelo ahogado en tu garganta. ¿En qué pensaste? Ese escote perspicaz se te revela. ¿Por qué el reflejo se te hace tan discordante, tan ajeno? Es tan pesada la duda que te clava en la profundidad, como el ancla clava a un barco a la deriva. Había una canción de un barco, ¿como decía? Su voz de trueno es eterna en tu memoria. ¿Cómo decía la canción del barquito? “… de Cuba para la guerra, de Cuba para la guerra iba un barco navegando, iba un barco navegando y al tiempo de alzar la vela, y al tiempo del alzar la vela cayó un marinero al agua, cayó un marinero al agua... Tiempos bonitos, mi amor.” Esa canción siempre te hizo llorar y también el recuerdo de aquellas manos fuertes de tierra que le entregaban melodías a la nostalgia, te encantaba su voz dándole un tributo a la melancolía. ¿Hace cuanto no te sientas sobre su falda y te haces pequeñita bajo la sombra de su pelo de noche? Hay una culpa sospechosa merodeándote la almohada, han pasado varias semanas en las que dormir es incomodo. Te rascas la cabeza para ver si deja de pensar y suspiras hondo buscándote algún hueco en el pecho por donde escurrir los sentimientos. ¿Qué te atormenta?
  Reconoces tu desespero cuando te estudias el parpadeo incesante en el espejo… ¿a cuántos juzgaste sin saber? ¿A cuántos torturaste con tu critica penetrante? ¿A quién señalaste con tu dedo idealista y lo condenaste a tu ausencia por caprichos de tu ingenuidad? Te olvidaste de los secretos, de los sollozos escondidos detrás de tu existencia. Tu, tu, tu, tú. Ahora llora… ahora entiendes que no se puede saberlo todo.    

domingo, 27 de marzo de 2011

Improvisación: Siempre hay por donde andar...

Introducción
Hace mucho tiempo atrás encontré una grabadora de voz en la casa de mis abuelos. Esa grabadora de voz me regaló interminables momentos de felicidad con mis hermanos, con mis compañeros de escuela, con mi soledad. Aquella grabadora falleció por un arrebato de ira de mi hermano mayor. Desde entonces me prometí volver a tener una grabadora en mis manos, pero pasaba el tiempo y no, no la conseguía. Pasó tanto tiempo que se me olvidó, opacado el deseo de tenerla por otros intereses que me fue presentando la vida. Pero el deseo, cuando es profundo, siempre vuelve. Ayer compré mi nueva grabadora de voz, de cassette grande. Es gris. Y esta fue mi primera grabación... (tiene un efecto que me pareció muy cómico en la voz):




PARA QUE LA SIGAS:

Siempre hay por donde andar
solo hay que caminar.
Siempre hay por donde andar
solo hay que caminar.
Si no caminas
gordo te pondrás
y tu estámina 
mucho va a bajar.
Siempre hay por donde andar
solo hay que caminar. 
Y si la autopista te da miedo cruzar,
y si la autopista te da miedo cruzar
vas a tener que tu mente agilizar
vas a tener que tu mente agilizar,
y tran-qui-lizar 
la res-pi-ración
y pen-sar en que eres mucho mas que Dios.
Tu podrás caminar,
no tengas miedo.
No importa que vaya a pasar,
no tengas miedo.
Siempre hay por donde andar
solo hay que caminar.
Siempre hay por donde andar
solo hay que caminar.
Y si de repente
hay mucha agua,
nadar es mucho mejor.
No le quito crédito a la acción de caminar
pero es que nadando usas tantos músculos a la vez
que terminarás mejor
que Hulk... en el año tres. 

miércoles, 23 de marzo de 2011

Lo prohibido sabe mejor...

      Cuando escuchó la melodía estridente de su celular, lo sacó de su bolsillo con prudencia y verificó la llamada. ¿Han escuchado ese refrán que dice “una mirada dice más que mil palabras”? Pues, hubiesen visto aquella mirada que le transformó la cara en un lienzo pálido y tieso. Se quedó inmóvil por un periodo aproximado de cinco segundos, por redondear. Y yo acá pensando, que absurdo, si yo no soy una mujer muy exigente. Cuando su incapacidad le dio permiso de hacer algo me miró de reojo y contestó, finalmente. ¿Saben cuando una persona respira profundo, se creen y que disimuladamente, antes de entrar en personaje? Pues, ese respiro que tomó antes de escupir el ¿Qué es la que hay? mas nebuloso que jamás pudo haber improvisado no le ayudó mucho a desviar las sospechas. Y entonces me puse a jugar a las adivinanzas: A que se ríe como quien no esconde nada y se levanta de mi lado sin mirarme a los ojos, y tal vez me sobe el muslo como diciéndome “vengo ahora”, y se esconde en la parte más remota de la casa para sentirse libre de decirle mi amor. No es por presumir, pero estas cosas ya se me hacen aburridas acertarlas. No pude evitar soltar  media sonrisa cuando me sobó el muslo y me lanzó una guiñadita, esa sí que no me la esperaba. Se puso de pie y caminó hacia el otro extremo de la casa. Y yo tratando de entender esa necesidad enfermiza que han tenido los hombres en esconderme sus amoríos. Si yo siempre he sido muy pública en cuanto a mis intereses íntimos, que siempre son muy variados y hasta el día de hoy no me he conformado con tan solo uno. Si les he otorgado esa libertad, que ni siquiera me pertenece, de que contesten una insignificante llamada a mi lado y que le digan abiertamente Hola, mi vida, ¿para qué tanta majadería? Lo prohibido sabe mejor, eso he escuchado decir. Y si es así el asunto, entonces no los culpo tanto. Regresó unos tres minutos después de su sospechosa partida comentando entre risas pujadas un recuerdo muy oportuno que le llegó perspicazmente a la memoria. “Acho, caminando pa’ca me acordé de Julio bailando salsa. Tiene dos patas izquierdas ese cabrón.” Y nos reímos juntos, porque ciertamente el recuerdo de Julio bailando salsa es muy gracioso. “He tratao’ toa’ la vida de ensenarle a bailar y no aprende. Pero que se joda es mi pana, hay que aceptarlo como es.” Se sentó a mi lado y me miró a los ojos, ahora sí se atrevía, pues tenía que verificar de alguna forma que yo no intuyera algo en sus movidas. En ese momento le di un beso para que se tranquilizara y retomamos aquello que la llamada interrumpió, una película. Me echó el brazo, me acarició el cabello, me pegó la punta de su nariz respingada en el cuello repetidas veces, “que rico hueles”. Fue toda una velada romántica, y él muy romántico, como nunca me encargué de exigírselo. Todo lo contrario, me gusta esa atmósfera amistosa y juguetona que se rompe de cantazo cuando hace demasiado silencio y la entrepierna empieza a ladrarte. No me mal interpreten que lo romántico también me gusta, pero solo cuando sale natural y no es forzado por un miedo vacilante que pretende tapar el sol con un dedo. De igual manera me disfruté el teatrito, que dentro de todo tenía algo de sincero, más me gustaba cuando me acariciaba como inconscientemente las costillas y se me paraban todos los pelos. Una vez me vio responder positivamente perdió el miedo y se creyó todo un Casanova.          
    Tres horas más tarde reposábamos desnudos sobre mi cama. Yo le miraba el pelo empapado de sudor, los ojos cansados, la boca medio abierta. Me gusta verlo así, casi muerto de felicidad. Cuando escuché la melodía copiosa de mi celular lo verifiqué sin prudencia: Julio… … … ¿Han escuchado el refrán que dice “una mirada dice más que mil palabras”? Pues, no se imaginan lo mucho que me alivió saberlo dormido e incapaz de verme aquella mirada que me transformó la cara en un lienzo pálido y tieso.

domingo, 20 de marzo de 2011

Deseos reprimidos de no querer existir

Tengo ganas de tirarme de cabeza en un río que no parezca profundo, pero que lo sea.

Y que en su profundidad exista otro mundo.
Quiero encontrarme totalmente ajena al entorno que me rodea, incómoda, nerviosa, perpleja.

Quiero no saber algo, ni un poquito.
Dudar de mis habilidades, a saber si allí aun las tengo. 

Que pase el tiempo, ¿y si no hay tiempo?

Pensar que existo solo por suerte, que tengo cuerpo y mente por tómbola.
 No sentir frío ni calor. 
Olvidarme del amor y sus pesares. 
¿A quién le importaría cosa semejante en ese mundo?

Quiero saber nadar y que aun así me lleve la marea.
Pensar que es un sueño o una pesadilla y que no lo sea...

sábado, 12 de marzo de 2011

Advertencia de un coraje indocumentado

NOTICIA DEL 12 de Marzo de 2011(El Nuevo Día)
Radican cargos a alumnos de la UPR
Jueza halló causa para arresto contra cinco universitarios. 

Por Cynthia López Cabán

Los cargos contra estudiantes involucrados en la manifestación, que se tornó violenta en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR), prevalecieron ayer, mientras que la administración universitaria reiteró su intención de imponer sanciones contra los manifestantes que violaron la reglamentación de la institución.
La jueza Lady Buono de Jesús del Tribunal de San Juan encontró causa para arresto contra los estudiantes Karla Torres, Rafael Ojeda, Kevyn Báez, Waldemiro Vélez y Freddy Alicea.
A Torres se le imputa causar daños graves a un vehículo de la institución e interrumpir una reunión lícita.
La jueza le impuso una fianza de $10,000 por el cargo grave y exigió que entregara su pasaporte. No se halló causa en su contra por el cargo de restricción a la libertad de la rectora Ana Guadalupe.
En el caso de Ojeda, la jueza encontró causa por los cargos de agresión agravada contra Guadalupe, daño agravado a la propiedad de la UPR y por interrumpir una reunión lícita. Le impuso dos fianzas que suman $35,000.
Ambos estudiantes quedaron en libertad tras prestar las fianzas. La vista preliminar en su contra quedó señalada para el 25 de marzo.
Contra Báez y Vélez pesa un cargo por interrumpir una reunión lícita, mientras que contra Alicea pesa un cargo de agresión menos grave por halar el pelo de la Rectora.
No se impuso fianza a estos universitarios por tratarse de delitos menos graves. El juicio en contra de estos tres estudiantes se fijó para el 12 de abril.
Sólo un estudiante escapó la radicación de cargos. La jueza Buono no encontró causa contra Robin Torres por el cargo de restricción a la libertad agravada. Al joven se le imputaba sentarse en el pavimento para impedir la salida del vehículo que transportaba a la Rectora fuera del recinto durante los actos violentos del 7 de marzo.
Por ahora no se anticipa la radicación de cargos criminales contra otros universitarios.
Sanciones disciplinarias
Ayer, el presidente interino, Miguel Muñoz, reiteró que se tomarán medidas disciplinarias contra los estudiantes que infringieron la reglamentación universitaria.
“Toda persona que se demuestre que incurrió en una violación de ley o del reglamento de la UPR se va a someter al procedimiento que corresponde”, afirmó.
“Entre las sanciones está una suspensión sumaria y, claro, para expulsión eventualmente hay que dejar que todo el proceso administrativo proceda”, agregó.


                       ADVERTENCIA

“La rabia, se me ha podrido el cariño.” - Silvio Rodriguez

    Esa gente no saben lo que están haciendo. Le limitaron los verbos y le aumentaron la rabia. La pisada marchante que buscaban oprimirle volverá gigante a destruirles. Esa gente no saben lo que están haciendo. Ríen ahora, porque desconocen. Y es que en la sombra de aquella figura vasta y retumbante se cobija el vigor de un dolor que no llora, mas crece y se alimenta de coraje. Parece que tiene calma, pero van armando un cañón de guerra con los golpes de su propio látigo. Y esas mismas manos que hoy acusan plantarán su bandera sobre la tierra, y bajo esa misma tierra sepultarán los restos de la tiranía. 


    Si le marchitaste la sonrisa, no pretendas que te trate con ternura. Pues, es sabia su amargura y llevará puesta la corona cuando termine de devorarte.